Uno de los grandes problemas de la sociedad española o al menos de parte de ella en los últimos tiempos es la falta de tolerancia y respeto hacía el prójimo. Nuestros gustos son los mejores y los del resto una castaña enorme. Lejos del respeto se ataca y se debate y se falta el respeto e incluso se muestra rechazo a alguna cosa solo por el simple hecho de que no nos guste. Este problema que yo diría que es de sociedad y de mentalidad ha sido acrecentado en gran medida por unos ciertos partidos políticos que su máxima ilusión es prohibir lo que a ellos les parece una “castaña”. La tauromaquia lleva siglos barajándose entre detractores y partidarios.
Los detractores apuestan sin conocer lo más mínimo al animal por abolir la fiesta nacional, a ellos les parece una barbarie, una locura, llaman asesinos a sus vecinos por el simple hecho de gustarles los toros. Sin necesidad de consultar porque prohibido porque no me gusta, así es de claro el sencillo, estos expresan sin conocimiento alguno sus opiniones totalmente respetables de solo haber visto parte de la lidia de un animal. Para ellos los amantes del festejo popular y en plaza están para encerrar, y lo mejor para la fiesta en su opinión es abolirla.
Por el otro lado están los partidarios, amantes de la tauromaquia que defienden a capa y espada nuestra tradición más antigua. La mayoría conoce el proceso de la vida de un toro bravo en una dehesa o finca, también es conocedor que la lidia más que un espectáculo es una forma de vida que aporta muchísimos beneficios no solo económicos si no también medioambientales a las ganaderías.
El pasado 7 de agosto el maestro José Tomás reapareció por el tendido alicantino para lidiar una corrida. Según datos de la Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos (ANOET) más de 6.000 personas se desplazaron a Alicante para ver al diestro de galapagar. A esos aficionados hay que sumarles los de la propia ciudad, entre todos llenaron un plaza que se caía con cada pase al natural o cada verónica que el torero realizaba.
El impacto directo llegó a 1.100.000 millones. A éste se le sumaron el indirecto, que se situó en 2.700.000 millones y el inducido, con 1.050.000 millones, para totalizar 4.850.000 euros.
¿Prohibir por prohibir o asegurarse del impacto en la sociedad y en la economía?
Partiendo de la base en que me parece inmoral y poco respetuoso no respetar los gustos del otro. La tauromaquia en este país sigue arrastrando a masas, sigue siendo un motor económico y social muy importante para nosotros. Hay que cuidar nuestras fiestas porque nos gusten o no son parte del patrimonio cultural de España. Y por muchos que algunos se empeñen en desprestigiar y en querer prohibirla solo porque a ellos no les guste. Porque que nadie os engañe miran solo por ellos y por sus gustos, no se debe prohibir algo que ayuda a tantas y tantas familias en nuestro país. Basta ya de política discriminatoria, respeten si quieren ser respetados. Antes de juzgar visiten, lean y conozcan la realidad de una fiesta centenaria. Ni los toros son de un bando ni de otro, son de los aficionados, donde no te piden el carnet del partido político de turno.