Desde que aquel 2 de mayo de 1879 comenzara la andadura socialista en Casa Labra de Madrid, poco queda de aquel ideario político que nació marxista con Iglesias y culminó Internacional Socialista con González. ¡Punto!

La Belle Époque del socialismo de convicciones democráticas, el de aquel González que “reivindica” en el Congreso socialista la defensa de la Constitución, parece haber quedado reducida a un sanchismo simplón que sustenta su liderazgo en ese personalismo atroz y excluyente, dispuesto a manejar voluntades a base de convocar a unos pocos para manejar al resto.

Es ese “resto” amplio y voluntarioso merecedor de todo el respeto, el que en palabras de un insigne socialista “cierra filas entorno a unas siglas y no entorno a este hombre, pues nada hay en él que infunda confianza y camaradería”. Un presidente disfrazado de secretario general al uso estatutario socialista con plenos poderes para mantener o prescindir de quien quiera al gusto.

Parafraseando a Alfonso Guerra y Felipe González respectivamente, “el que se mueva no sale en la foto” o ” solo opino si me preguntan”, son las dos expresiones que marcan sobradamente el propósito de este congreso.

El peligro de ese egocentrismo desenfrenado e insípido Sanchista reside, no solo en impedir toda crítica u opinión propia de dictadorzuelos, sino además (para deshonra de todo español), en terminar siendo el cómico que protagoniza Bananas, que bajo la dirección de Woody Allen ordenaba que todos los menores de 16 años pasaran por decreto a cumplirlos y, por tal motivo, vistieran los calzoncillos sobre los pantalones.

Por cómico resulta triste, pues quién así actúa apuntala su seguridad en el control de las instituciones desde el CIS hasta todos los poderes del Estado, escondiendo siglas y realzando “su persona” como tantas veces y con ahínco repite y repite y repite…

Así sazona con postureo sus calculadas intervenciones ante los medios premiando al cortesano y desplazando al resto.

Así, intenta deshacerse de sus contrincantes políticos a toda costa empezando por los de dentro y terminando por los de fuera. Busca aliados débiles de terruño fácil instigando y blandiendo la bandera identitaria de cada uno en la convicción que siempre serán bisagra y nunca alternativa. Una conveniente distorsión del “café para todos” de Clavero.

De esta manera el dictadorzuelo, que ya lo es por promoción interna, deriva a populista, encontrando así la fuerza para hostigar al liberal y promover la confrontación parlamentaria, quebrando el equilibrio entre comunidades.

Por si fuera poco, la opacidad presupuestaria le da alas para actuar sin transparencia ni fiscalización conformando un entorno en donde el debate entre acceso de oportunidades o ausencia de ellas se zanja con subvenciones sin control.

Si el objetivo de un congreso es analizar la actuación política como órgano de participación ciudadana en pro de la ciudadanía… ¿Para qué ha servido entonces el congreso socialista si en él no hemos visto nada distinto ni propuesta alguna en un país desgobernado?

Tal vez mientras afianzan un liderazgo egocéntrico a costa de postergar ilustres siglas los españoles tendremos más de lo mismo: elevados precios energéticos, incremento impositivo en todos los órdenes (especialmente para los autónomos), mayor rigidez del mercado laboral y un panorama desintegrador entre comunidades.

Por higiene democrática, por respeto a los ciudadanos, por abrir oportunidades de futuro para generaciones venideras, la respuesta está en alejarse de estos postulados repletos de recetas cainitas que han demostrado ser un fracaso en el mundo entero.

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